domingo, 28 de agosto de 2016

Día4 - Tengo más agujetas que cabello

Tengo músculos en el cuerpo que no sé ni cómo se llaman, hoy los noto. La noche antes envié unas cuantas solicitudes de alojamiento, algunas respuestas de "no puedo" llegan a mi correo así que estoy planteándome hacer caso a Jordi y quedarme un día más.
Este chico es un manitas en toda regla, ahora está haciendo la domótica de sus persianas y yo soy incapaz de formatear un ordenador.
Ha hablado con una amiga suya y pregunta si quiero acompañarlos a Pals esta tarde. ¿Cabe alguna duda? Pero primero quiero dar una vuelta por Santa Cristina d'Aro.
 
Es cierto que en algunos lugares el tiempo tiene un ritmo diferente. También hoy mi cuerpo va a un ritmo diferente, tengo agujetas hasta en las pestañas! Pero eso es que estoy viva! Entro en un horno de pan, puede ser que si como algo se me pase un poco éste vahído. La dependienta habla con la estanquera, hay mercado medieval en el pueblo de al lado y por lo que cuenta la estanquera el día de antes la gente se mataba por conseguir una barra de pan horneada. Empiezan a hablar sobre el pan que se está vendiendo en Valencia a 0,20 céntimos la barra. Estoy de acuerdo con ellas cuando dicen que no pueden salir los números. Me acuerdo de mi otra familia, los Pijuan. En realidad no somos familia carnal, pero ellos son mis tíos, mis primos, mis sobrinos. Tienen un horno artesanal en la parte antigua de Tarragona y estoy completamente segura de que no se puede hacer pan a 0,20 céntimos.
 
Dos calles más abajo encuentro un negocio de los antiguos. Seguro que llevan muchos años y que ha pasado de generación en generación. No puedo dejar de mirarlo todo. Jordi me avisa que viene dirección a la tienda en la que me encuentro. Es la ferretería pero tienen un poco de todo aquello que se te pueda ocurrir. Entramos dentro y observo cómo además de artilugios de pesca tienen trampas para ratones, los cucharones más grandes que he visto en años y también pintura para muebles. El que haya necesitado más tuercas para el armario me ha dado la oportunidad de afirmar que el negocio está llevado por hermanos.
 
 
 
He pasado un rato estupendo en la tienda, me ha trasladado a un tiempo en que la prisa no era tan común. Pero necesito comer y dormir o ésta tarde no podré disfrutar de la visita a Pals, otro de los pueblos medievales que hay en estas tierras y que hace mucho quiero visitar.
 
El pueblo está de fiestas por lo que ubicarnos resulta bastante fácil. Me paro en la puerta de un restaurante. ¿Cuánto hace que no veo una bicicleta con cesto? Amsterdam. Es la ciudad que más disfruto en Europa. Para mi su mejor definición es Libertad muchas veces confundido con Libertinaje.
 
 
 
Llegamos a otra plaza y allí está de nuevo, el maravilloso atardecer! En esta ocasión me limito a embriagarme de él y de hacerle una fotografía. Empieza a sonar una canción en mi cabeza, también en el corazón, pero no lo comento con Jordi, ayer tuve la impresión que se ha acostumbrado a los atardeceres, por lo que le hablo de la canción.
 
 
 
Nos encontramos en la entrada del casco antiguo y el cartel que hay colgado de una pared nos llama la atención. Trasladarnos a la época medieval es fácil en aquel punto.
 
 


Seguimos por la calle más estrecha que hay en todo el pueblo, serpentean, nos guían. ¿Cómo lo hacían entonces con sus mulos y sus carros? Otra calle encantada, es precioso ver cómo podemos adaptarnos al aquí y ahora sin perder nuestros orígenes.
 


 
Al final de las escaleras me espera otra sorpresa. Lo mejor de pasear entre estas piedras es constatar que no todos los oficios se han perdido y que sigue habiendo familias dispuestas a hacer de ello su medio de vida. Jordi me habla de un tipo de cerámica de la zona mientras estamos paseando y al final encontramos la tienda de estos artesanos alfareros.

 
 
Pero nuestro destino es una plaza en la que están haciendo una cata de queso y vinos. Allí conozco a Lluïsa y Núria. Acaba de regresar de Tailandia y aún está impresionada, se asusta un par de veces al ver correr una pelota con la que juegan unos perros junto a nosotros. Su inconsciente cree que es una rata.
Lluïsa está ilusionada pues dentro de poco hará el Camino de Santiago.
Hablan sobre los vinos. No entiendo de vinos, he probado bastantes, me gusta el vino blanco o el rosado, el tinto no me cae bien.
También hay cava rosado, nos repartimos los vales para probarlos pues ni Núria ni yo vamos a conducir.
De fondo hay un concierto, la mayor parte de las canciones las conocemos pero llega el momento álgido, aquel en que sabes que una canción nos une a todos.
 
 
 
 Decidimos que acabaremos de ver la película que quedó a medias un par de noches atrás.
Hasta V lo sabía, se necesita ayuda para la lucha. Es otra cosa más que une a las personas. Se disfruta más de la vida cuando se hace acompañado y mejor cuando la compañía es buena para ambos.
 
 

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